Con mano dura, Díaz impuso la paz y se preocupó
porque el gobierno funcionara mejor. “Poca Política y
mucha administración” era el lema de su tiempo.
Con el orden, aumentó el trabajo y
se hizo posible el desarrollo
económico, pues el país tenía
recursos y los empresarios podían
obtener ganancias.
Se rehabilitaron varios
puertos, y se tendieron
20,000 kilómetros de
vías férreas.
El correo y los telégrafos se
extendieron por el territorio nacional.
Se fundaron algunos bancos, el
gobierno puso en orden sus finanzas,
comenzó a cobrar impuestos
regularmente, y llegó a pagar las
deudas del país. Esto permitió el
progreso de la agricultura, el comercio,
la minería y la industria
La desigualdad entre los muy
ricos, que eran pocos, y los muy
pobres, que eran muchísimos, se
fue haciendo cada vez mayor.
Durante el porfiriato, los
ferrocarriles y el telégrafo
transformaron la vida. Los viajes
resultaron más rápidos, cómodos
y seguros; los mensajes llegaron
en menos tiempo.
Logró ampliarse notablemente la educación pública;
cada vez más gente pudo estudiar alguna carrera y
mucha más gente aprendió a leer.
Avanzaron las ciencias, las artes y la
técnica. Se fundaron academias,
museos y sociedades artísticas y
científicas. Se construyeron teatros,
representaban compañías europeas y
mexicanas. Pronto el cinematógrafo se
extendió por todo el país
A fines del Porfiriato se vivía en un
clima de represión.
Los gobernadores y las
autoridades locales no
tuvieron casi poder