La tarea de la educación no consiste, evidentemente, en esta abstracción platónica que es el hombre en sí mismo, sino en formar a un niño determinado, que pertenece a una nación, a un medio social y a un momento histórico dados. Sin embargo, antes de ser un niño del siglo XX, un niño de América o de Europa, un niño bien dotado o retardado, es un hijo de hombre. Antes de ser un hombre civilizado – al menos confío serlo – y un francés educado en los círculos intelectuales de París, soy un hombre. Si es cierto, por otra parte, que nuestro primer deber – según la palabra profunda, que no es de Nietzsche, sino de Píndaro – es llegar a ser lo que somos, nada es más importante para cada uno de nosotros, y nada es más difícil que llegar a ser un hombre. De esta manera, la tarea principal de la educación consiste ante todo en guiar el desarrollo dinámico por el cual cada uno se forma a sí mismo para ser un hombre. En otras palabras, se trata de preparar al niño y al adolescente para instruirse durante toda la vida. Por eso he iniciado estas páginas con el título La Educación del Hombre. A lo largo de este libro, no olvidaremos que la palabra educación tiene tres sentidos bien distintos, aunque con frecuencia ligados entre sí. En primer lugar, educación se refiere a cualquier proceso por medio del cual el hombre es formado y conducido a su plenitud (educación en sentido amplio); también se refiere al trabajo de formación que los adultos ejercen sobre la juventud; y, por último, en el sentido más estricto, a la tarea especial de las escuelas y las universidades. En este capítulo me referiré a los fines de la educación y en el curso de la exposición nos encontraremos con algunos errores significativos – siete en total – concernientes a la educación. Examinaremos cada uno de ellos. El hombre no sólo es un animal natural, como lo son el oso o la golondrina; es, también, un animal de cultura, cuya especie no puede subsistir sino con el desarrollo de la sociedad y la civilización. Es un animal histórico: de ahí la multiplicidad de tipos culturales o ético-históricos que diversifican a la humanidad; de ahí, igualmente, la importancia de la educación. Por el hecho mismo de que está dotado de un poder de conocimiento ilimitado y que, sin embargo, debe avanzar paso a paso, el hombre no puede progresar en su propia vida específica, tanto intelectual como moral, si no es ayudado por la experiencia colectiva, que las generaciones precedentes han acumulado y conservado, y por una transmisión regular de los conocimientos adquiridos. A fin de alcanzar la libertad en la que se determina a sí mismo y para la cual ha sido hecho, el hombre necesita de la disciplina y de la tradición que pesan sobre él y a la vez lo fortalecen, haciéndolo capaz de luchar contra ellas. Esto enriquecerá la tradición,y la tradición así enriquecida posibilitará nuevos y sucesivos combates. http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:jW-y6XkfieEJ:www.jacquesmaritain.com/pdf/10_EDU/01_ED_FinEdu.pdf+&cd=2&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx
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