Se trata de un fenómeno natural causado por, entre otras cosas, la emisión de químicos durante las erupciones volcánicas y la descomposición de plantas. Sin embargo, la mayor incidencia de lluvia ácida en nuestros días es provocada por la acción humana, sobre todo debido al uso de combustibles fósiles (petróleo y carbón) que provienen de las fábricas, vehículos, centrales eléctricas y calderas.