EL TURISMO, UN ENCUENTRO ENTRE LA COMUNIDAD ANFITRIONA Y EL TURISTA RESPONSABLE

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Andrés Rivera Berrío
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Andrés Rivera Berrío
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EL TURISMO, UN ENCUENTRO ENTRE LA COMUNIDAD ANFITRIONA Y EL TURISTA RESPONSABLE

Pareciera que, en el día a día del turismo como actividad económica, se hubieran refundido los elementos esenciales de su razón de ser. La industria de los viajes, poderosa y vital, pareciera polarizar las miradas de los gestores turísticos, que se concentran en hacer cada vez más eficientes los viajes para movilizar un mayor de volumen de viajeros a los destinos, sin sopesar el precio que éstos espacios geográficos están pagando a diario. Se hace necesario, entonces, ir más allá de la logística del viaje para entrar en los campos de los motivos del viaje, que como señalaría Octavio Getino, oscilan entre el negocio y el ocio (Getino, 2002). El primero se está satisfaciendo desde la industria de las reuniones (OMT, 2015), el otro, el del ocio, desde la industria del entretenimiento, la industria del bienestar y la industria cultural. Sin embargo, el viajero de la industria de reuniones, una vez atendido su motivo de viaje específico, asociado a una reunión (negocios, capacitación, congresos, etc.), suele dar uso de los atractivos con que cuenta un destino turístico, convirtiéndose entonces, en un turista cultural, o de entretenimiento, o incluso de bienestar, siempre en procura de aprovechar desde el ocio, el tiempo libre del cual dispone, una vez atendidas sus obligaciones laborales. Si finalmente, lo determinante en los viajes son los motivos de los mismos, ¿por qué persiste el énfasis en la gestión del turismo centrada en la gestión de los viajes? La Organización Mundial de Turismo, en su glosario básico ( OMT, s.f), señala que el turismo es un fenómeno social, cultural y económico relacionado con el movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual por motivos personales o de negocios/profesionales, y probablemente es así, finalmente la construcción del glosario ha sido posible gracias al trabajo de la comunidad internacional para definir un nuevo marco conceptual para la medición y el análisis de la economía del turismo; un esfuerzo que duró casi tres años (2005-2007) ( OMT, s.f) Sin embargo, la definición admite reflexiones, porque claramente está enfocada en la medición y análisis de la economía del turismo, dejando por fuera posibles énfasis de reflexión que nos permitirían migrar la definición a otros ámbitos, que no son excluyentes, pero si francamente complementarios. En medio de las múltiples crisis que vive nuestras sociedades, expresadas en la creciente pobreza presionada por una absurda concentración de la riqueza, el gravísimo deterioro ambiental del planeta, la emergente intolerancia entre grupos sociales, el irrespeto a las diferencias culturales y el deterioro psicosocial de comunidades urbanas, centrar la definición del turismo únicamente en el marco de lo económico bien puede resultar insuficiente, y por qué no, impertinente. La definición así lo recalca cuando, luego de decir de manera acertada, que el turismo es un fenómeno social, cultural y económico, la restringe al limitarlo al concepto de “movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual (…)”. Cabe preguntar abiertamente si el turismo responde, hoy día, a esa mirada unívoca enfocada en el turismo como movimiento, es decir, a la acción física de mover, que significa dejar un lugar o espacio que ocupa para pasar a ocupar otro (RAE, 2016), o, dicho de otra manera, a viajar. Evidentemente el turismo es viaje, tanto así que, en la década de los noventas, la academia en sus programas de formación en turismo, afirmaba cuando se explicaba qué era el turismo, que éste era “un hecho social”, y no se pone en duda que esta condición aún persista, pero sí resulta equívoco continuar restringiéndolo a esa dimensión. El turismo ya no se describe desde la espontaneidad natural de la sociedad que viaja. Hoy el turismo es un fenómeno cultural, que ya no se explica sólo desde el turista y su sociología de la motivación de los viajes y la administración de la logística para satisfacerlo, sino que hoy, involucra la gestión ambiental y cultural de los destinos que contienen los atractivos que generarán los motivos de viaje y la gestión recreacional de las actividades en los atractivos, generando un nuevo polo de reflexión, en torno a las comunidades anfitrionas, las cuales, desde lo local, deciden invitar a los turistas a su territorio para atenderlo durante su estancia. ¿Cuánto cambia la perspectiva de una definición del turismo si esta se aborda desde el foco de la comunidad anfitriona? Probablemente logrará balancear de manera adecuada la gestión turística, porque rompe con un paradigma conceptual que se asocia a un viaje per se del turista, que conlleva a centrar el esfuerzo de gestión en el viaje del turista, como si no debiera primar el esfuerzo de gestión en quien lo invita. El turista es ajeno al territorio que visitará, siendo entonces un espacio geográfico donde la autarquía la ejerce la comunidad local, que deberá definir qué de su paisaje y cultura deseará compartir con el turista y cómo se desarrollará en su rol de comunidad anfitriona, es decir, en su rol de invitar, acoger y atender al turista. Sin duda alguna, el turista que decida viajar atendiendo la invitación que le presenta la comunidad anfitriona del destino, realizará su viaje y su estancia, de manera responsable, contribuyendo con ello a la sostenibilidad del paisaje y de la cultura motivadores de su viaje. Los criterios que se utilicen para condicionar este encuentro, que no es distinto a un encuentro intercultural, serán determinantes para garantizar la armonía en las relaciones entre quien funge como visitante y quien funge con anfitrión, procurando el mutuo respeto y la satisfacción solidaria de las necesidades que ambos grupos presentan, y que los motivan, por una parte, a viajar hacia el destino, y por la otra, a acoger a quien llega al destino. Consecuencia de lo anterior, es la necesidad de plantear una morfología de la gestión turística diferente, que supere su restricción actual al “viaje” y por ende al “viajero”, buscando que incluya al “atractivo” y por ende a la “comunidad local”, resignificando el concepto y relación turística de “visitante” y “anfitrión” respectivamente. Este salto cualitativo en la gestión permitirá equiparar la condición conceptual del visitante con la comunidad anfitriona, permitiendo resaltar que el primero no existe sin la segunda; tal es su nivel de corresponsabilidad en el fenómeno turístico. En ese sentido, se entenderá que el turismo es el viaje a un destino para el encuentro responsable con una comunidad local anfitriona que le ofrece su paisaje y cultura como un atractivo turístico.

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LA NUEVA GESTIÓN TURISTICA DESDE LOS ATRACTIVOS

Esta nueva condición biunívoca entre la comunidad anfitriona y el turista responsable, sirve de plataforma para la identificación de un conjunto de relaciones entre los dos, claramente diferenciables, y que a manera de “ejes” median entre los dos y que permiten empezar a configurar una nueva morfología para la gestión turística. Tales ejes cumplirán con la función de posibilitar el encuentro entre la comunidad que invita y el turista que acepta la invitación, la comunidad que desea atraerlo y el turista que siente atraído por la invitación, por lo tanto, el vínculo entre los dos será, en términos sustantivos, el atractivo, que es aquello que causa la atracción entre las partes. Es el atractivo el verdadero génesis del turismo y debería ser entonces el pilar de la gestión turística, a partir del cual se construyen los demás eslabones, que de manera lógica irán apareciendo bajo los conceptos de servicio, producto y destino. El Eje del Atractivo representa la esencia del territorio - destino, es la expresión de lo que la comunidad local desea ofrecer a los turistas en su condición de anfitriona y con el objeto de generar en ellos atracción por su autenticidad y singularidad y por las experiencias turísticas memorables que puedan proveer a quienes los disfrutan; este será el eje que conduzca a las instancias de la creatividad y la innovación. Sin embargo, los atractivos requieren del desarrollo de diversos servicios, algunos derivados directamente de las actividades asociadas al atractivo, así como de otros que complementan la experiencia turística y que son facilitadores del viaje y de la estancia del turista, ellos dan lugar al reconocimiento del Eje del Servicio, el cual es fundamental en las capacidades de desarrollo empresarial que genere la riqueza que habrá de distribuirse entre la población local para contribuir en la mejora de calidad de vida; este eje estará determinado por los enfoques de la adaptabilidad y de la servucción.Estos servicios son lo que en realidad compra y consume el turista, y son los que configuran la identidad del destino en el contexto de los mercados turísticos, cuando son ensamblados y ofertados como productos turísticos, los cuales buscan principalmente satisfacer las motivaciones de viaje de los turistas dando lugar al surgimiento del Eje del Producto. Finalmente, aparece el Eje del Destino, el cual está claramente relacionado con las posibilidades u opciones de desarrollo sostenible con que cuenta un territorio a partir de la actividad económica del turismo, promovida por la imagen y marca con que se ofrecen los productos en el mercado.Sin embargo, los ejes del turismo no son, necesariamente, los ámbitos de la gestión turística, éstos serán en realidad los planos que se forman entre cada eje, delimitados en sus extremos por la comunidad anfitriona y el turista. Gráficamente, los ejes y los planos configuran un cubo, figura geométrica que permite integrar todos estos elementos determinando un conjunto de relaciones que se complementan entre sí.Entre el Eje del Atractivo y el Eje del Servicio surge un plano que será considerado el Ámbito de Gestión Recreacional. Entre el Eje del Servicio y el Eje del Producto surge otro que será considerado el Ámbito de la Gestión Logística. Entre el Eje del Producto y el Eje del Destino surge el tercer plano que será considerado el Ámbito de la Gestión Comercial. Entre el Eje del Destino y el Eje del Atractivo surge el cuarto plano que será considerado el Ámbito de la Gestión del Recurso Turístico. El cubo se completa, en un extremo, con el plano que corresponde al Ámbito de Gestión de la Comunidad Anfitriona, y en el otro con el plano que corresponde al Ámbito de Gestión del Turista Responsable. Cada uno de estos planos se conecta con los cuatro ejes del turismo y con los otros cuatro planos de los ámbitos de gestión, y generan a su vez, ocho nuevos ejes, cuatro para cada uno. Los de la comunidad anfitriona se definen desde la gestión cultural ambiental y los del turista responsable desde la gestión de los imaginarios sociales. Conformado el cubo de esta manera, ha quedado, gracias a la geometría, graficada la nueva morfología del turismo, la cual permitirá asumir su gestión desde el punto de vista del atractivo turístico como generador del fenómeno turístico. Se ha bautizado este cubo, con la palabra GATUS, fruto de un acróstico tomado de las letras iniciales de la siguiente frase que expresa el propósito del mismo: “Gestión desde los Atractivos Turísticos Sostenibles” (ver ilustración No.2)

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