Desamortizaciones

En el siglo XIX, los políticos liberales pensaron que para poner fin al atraso del campo había que eliminar definitivamente los restos del régimen señorial, por lo que era necesario erradicar el sistema de propiedad de manos muertas y vender las tierras para que los nuevos propietarios contribuyeran a la modernización del campo.El proceso que se llevó a cabo eran las desamortizaciones, el Estado expropiaba gran parte de los bienes de la Iglesia y de las tierras comunales para que fueran declarados bienes nacionales y poder venderlos en una subasta pública. Las más importantes fueron las de 1836 y 1855.Los objetivos de estas desamortizaciones eran liberar la tierra, abogando a la propiedad individual y libre, para aumentar el número de propietarios y a la vez liberar mano de obra para la industria; aminorar el endeudamiento del Estado con lo que sacaran de la venta de tierras; y conseguir el apoyo de los grupos liberales para la causa isabelina en la guerra carlista.La primera fue la desamortización de Mendizábal, llevada a cabo durante la regencia de María Cristina. El gobierno desamortizó en 1836 gan parte de las tierras del clero regular, afrontando con el dinero la deuda pública y la financiación del Ejército contra los carlistas. En esta etapa los ingresos fueron menores de lo esperado, dado que se aceptaban títulos de deuda pública como pago, pero su valor nominal, no el real. Más tarde, la desamortización se amplió a las órdenes religiosas femeninas y al clero secular. Fue paralizada en 1844 por los moderados.La segunda desamortización fue la de Madoz en 1855, durante el Bienio Progresista. Mediante la Ley de desamortizacióon General, Madoz puso a la venta las tierras comunales, las de las Ódenes Militares, y las pocas que quedaran de la Iglesia. Esta vez también se podía pagar con títulos de deuda pública, pero con la diferencia de que el valor sería el del mercado del día anterior, no el nominal, por lo que los ingresos fueron mayores que los de la época de Mendizábal.Como consecuencia de estas desamortizaciones, muchas tierras cambiaron de manos, pero se reforzó la estructura de la propiedad de la tierra al ser los aristócratas y el clero los que compraran las tierras, lo que llevó al descontento y posterior radicalización del campesinado. La segunda consecuencia sería el deterioro económico de muchos agricultores, dado que ya no podían sacar provecho a las tierras comunales. En cuanto a la industria, buena parte del capital que se habría podido invertir en ella fue a la compra de tierras; pero sí se aminoró la deuda pública. Aun así, sí que se amplió la superficie cultivada, introduciendo en algunos casos el abono, aunque no se introdujo ninguna reforma importante en las explotaciones. Desde el punto de vista político, se consolidó el régimen liberal y se desmanteló el sistema de propiedad de la Iglesia, que perdió más riqueza aun con la abolición del diezmo; por lo que mantuvieron posturas más conservadoras. Por último, referido a la cultura, se perdió mucho patrimonio debido a que los monasterios e iglesias eran vendidos para convertirse en solares o edificios para el campo, por lo que muchos se destruyeron.