El término Neoclasicismo (del griego -νέος neos, el latín classicus y el sufijo griego -ισμός -ismos) surgió en el siglo XVIII para denominar de forma negativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes, los principios intelectuales de la Ilustración, que desde mediados del siglo XVIII se venían produciendo en la filosofía, y que consecuentemente se habían transmitido a todos los ámbitos de la cultura.
Los artistas llamados para trabajar en los
palacios reales, franceses e italianos
principalmente, trajeron a España las
manifestaciones artísticas del clasicismo francés
y del barroco clasicista italiano, mientras los
artistas españoles estaban inmersos en un
barroco nacional que pervivirá aún hasta fines de
siglo.
Con la llegada de Felipe V en 1700,
fue un factor determinante para
que entraran las corrientes
artísticas extranjeras y se
produjera el cambio de gusto en
las artes españolas.
Otro hecho decisivo para la
introducción del estilo artístico
importado fue el incendio, en
1734, del antiguo Alcázar de
Madrid, residencia de los
Austrias.
Son los reyes los que sustentan esta
renovación artística, sirviéndose de una
institución (la Academia de Bellas Artes de
San Fernando), que promueve a la vez que
ejerce el control sobre las artes.
Fue en la arquitectura donde antes se apreció el
impulso renovador, con la mano obra del Palacio Real
de Madrid, de donde surgieron los arquitectos más
notables de la segunda mitad del siglo XVIII.
La escultura Neoclásica tuvo un desarrollo
particular y menos visible que en otras artes.
En ella pesó poderosamente la tradición imaginera, con obras
en madera policromada, que había sido habitual en las
costumbres devocionales de los españoles, por lo que apenas
existía una escultura monumental que no estuviera ligada a
las necesidades religiosas.
Por ello los primeros indicios de cambio se
encaminan hacia el Barroco francés que traen
los escultores cortesanos.
Los monarcas Felipe V y Fernando VI habían
llamado a pintores franceses e italianos, como
Louis Michel van Loo, Jacopo Amigoni o
Corrado Giaquinto, que iniciaron la decoración
del Palacio Real.
Más tarde Giambattista Tiépolo, el gran
fresquista veneciano, adornó tres de las
bóvedas de la real morada con su pintura
decorativa y colorista.
Pero la regeneración de la pintura
española se produjo con la venida a
España en 1761, llamado por Carlos III, del
artista bohemio Anton Raphael Mengs.
Después de la Guerra de la Independencia emergen otros pintores
más jóvenes que siguen el Neoclasicismo ortodoxo, para luego pasar
hacia estilos más eclécticos. Entre ellos destacan José Aparicio
(1773-1838), José de Madrazo (1781-1859) y Juan Antonio Ribera
(1779-1860), que aprendieron en Roma el estilo internacional y
miraron con admiración al gran Jacques-Louis David, pero que luego
evolucionaron y ocuparon un puesto importante en el arte español.
El término Neoclasicismo (del griego -νέος neos, el latín classicus
y el sufijo griego -ισμός -ismos) surgió en el siglo XVIII para
denominar de forma negativa al movimiento estético que venía
a reflejar en las artes, los principios intelectuales de la
Ilustración, que desde mediados del siglo XVIII se venían
produciendo en la filosofía, y que consecuentemente se habían
transmitido a todos los ámbitos de la cultura.