Se ocupó sobre todo de la apología o defensa del cristianismo frente a las
religiones paganas y las sucesivas interpretaciones heterodoxas que darían lugar
a las herejías
En los comienzos del siglo II de nuestra era, surge el desafío a los cristianos cultos de
nuestra época, no lo sólo de vivir el cristianismo, sino de exponerlo y hacerlo
comprensible a la mentalidad culta de los paganos.
La importancia de la patrística estriba en el hecho de
ser el primer intento de unificar la religión cristiana y la
filosofía.
Los primeros pensadores cristianos se sirvieron de la
filosofía para dar una explicación racional de sus dogmas.
Desarrollo
Período de apogeo
Se extiende
desde la
celebración
del Concilio de
Nicea, hasta
en el año 325,
hasta el siglo
VIII
Período de formación
Se entiende
desde el siglo I
hasta la
celebración del
Concilio de Nicea
en el año 325
Algunos de los personajes defensores
del cristianismo son:
Clemente Romano, Clemente de
Alejandría, Gregorio de Nisa,
Hipólito de Antioquia, Irineo de
Lyon, Justino de Flavia, Orígenes,
Lactancio, Tertuliano y Agustín
de Hipona.
Agustín de Hipona
Más conocido como San Agustín, perteneció en primer
lugar a la secta maniquea formada dentro del movimiento
gnóstico, más tarde profesó su escepticismo académico
que abandonó para convertirse al cristianismo en el 386,
gracias al influjo personal de San Ambrosio y al
conocimiento de la filosofía neoplatonica.
Se dedico principalmente a luchar en
defensa de la fe, sin embargo no descuido
su formación intelectual que le llevó a
sobresalir como metafísico, historiador,
teólogo, músico y moralista.
Su filosofía apunta a la consecución de la felicidad. El
único camino para obtener la felicidad es ascender
progresivamente hasta el Ser Supremo partiendo de la
interioridad del hombre.