La conquista se extendió, en oleadas,
como una marea furiosa. Los adelantados
sucedían a los almirantes y las tripulaciones se
convertían en huestes invasoras.
América había sido
donada a la reina Isabel.
En 1508, una nueva bula
concedió a la corona española, a
perpetuidad, todos los diezmos
recaudados en América
El codiciado patronato universal sobre la
Iglesia del Nuevo Mundo incluía el
derecho de presentación real de todos
los beneficios eclesiásticos
El Tratado de Tordesillas, suscrito en 1494,
permitió a Portugal ocupar territorios
americanos más allá de la línea divisoria
trazada por el Papa
En 1530 Martim Alfonso de Sousa fundó
las primeras poblaciones portuguesas
en Brasil, expulsando a los franceses.
En el otoño de 1522, retornaban a España los
sobrevivientes de la expedición de Hernando de
Magallanes que habían unido por vez primera
ambos océanos y habían verificado que el mundo
era redondo al darle la vuelta completa
Había de todo entre los indígenas de América:
astrónomos y caníbales, ingenieros y salvajes
de la Edad de Piedra. Pero ninguna de las
culturas nativas conocía el hierro ni el arado,
ni el vidrio ni la pólvora, ni empleaba la rueda.
La civilización que se abatió sobre
estas tierras desde el otro lado del
mar vivía la explosión creadora del
Renacimiento
El desnivel de desarrollo de ambos
mundos explica en gran medida la
relativa facilidad con que
sucumbieron las civilizaciones
nativas.
Los indígenas fueron, al principio,
derrotados por el asombro.
Moctezuma creyó que era el dios
Quetzalcóatl quien volvía.
Refiriéndonos a los españoles.
Y el oriente era la cuna de los
antepasados heroicos de los mayas,
lugar del que surgían los españoles.
Los dioses vengativos que ahora regresaban para
saldar cuentas con sus pueblos traían armaduras y
cotas de malla, lustrosos caparazones que
devolvían los dardos y las piedras; sus armas
despedían rayos mortíferos y oscurecían la
atmósfera con humos irrespirables.
Los conquistadores practicaban también, con
habilidad política, la técnica de la traición y la
intriga.
Los caballos habían sido, como los camellos,
originarios de América, pero se habían
extinguido en estas tierras.
Cuando reaparecieron en América a través de la
conquista, contribuyeron a dar fuerzas mágicas a
los invasores ante los ojos atónitos de los
indígenas.
Las bacterias y los virus fueron
los aliados más eficaces.
Los europeos traían consigo, como plagas bíblicas, la
viruela y el tétanos, varias enfermedades pulmonares,
intestinales y venéreas, el tracoma, el tifus, la lepra, la
fiebre amarilla, las caries que pudrían las bocas. La viruela
fue la primera en aparecer.
Los indios morían como moscas; sus organismos no
oponían defensas ante las enfermedades nuevas. Y
los que sobrevivían quedaban debilitados e
inútiles.
El antropólogo brasileño Darcy Ribeiro estima que más
de la mitad de la población aborigen de América,
Australia y las islas oceánicas murió contaminada luego
del primer contacto con los hombres blancos.