"Aunque la inserción en la política fue parte importante de su existencia, lo mejor que define a Valle es su característica de pensador, de hombre que, con los pies sólidamente puestos en el entramado de su tiempo, avizoró para la delgada zona de América donde le tocó nacer, y en general para todo el continente, un porvenir risueño incapaz de nutrir envidias en relación de la suerte de los europeos." (Fúnes, 2011: pág. 12)

"Dicho de manera rápida, y prescindiendo, por lo tanto, del desigual desarrollo que siempre ha caracterizado las sociedades, Valle vivió la época de la burguesía, esto es, la época de la transición, del feudalismo al capitalismo a nivel planetario. El mundo que moría era el feudal, y el que eclosionaba, con rotundez y pujanza, era el orden burgués, con sus grandes mercados, sus modernos sistemas de navegación, el vertiginoso impulso de sus fuerzas productivas y el ulular constante de sus sirenas fabriles." (Fúnes, 2011: páginas 13-14)

"Tal proceso de transformación universal tuvo en las revoluciones burguesas importantes jalones, partiendo de aquellas que triunfaron en Holanda e Inglaterra en el siglo XVII, hasta llegar a la norteamericana y la francesa del siglo XVIII; unas hechas de arriba abajo -como la de Dinamarca-, otras realizadas en sentido contrario, como la que se inició con la toma de La Bastilla el 14 de julio de 1789, pero todas impulsando hacia adelante en carro de la historia." (Fúnes, 2011: pág. 14)

"La riqueza feudal no tenía su expresión más acabada en el dinero, sino en la posesión de tierras y en el usufructo de los privilegios que se derivaban de tal posesión. Las relaciones monetarias adquirían importancia en la medida en que avance el capitalismo y la riqueza se exprese con rasgos de abstracción que no había conocido en el pasado." (Fúnes, 2011: pág. 16)

"Valle calificaba a Inglaterra como el "país de los cálculos: la región de mas matemáticas: el taller de los instrumentos y máquinas" y contrastaba esa situación con la de Centroamérica, "donde no se cultivan las ciencias exactas, ni se estudia la mecánica, ni se conocen las máquinas ni instrumentos que enriquecen a la Europa" y, lo que es peor aún, la industria es casi nula." (Fúnes, 2011: pág. 26)

"Raros eran los campesinos que tenían la condición de ser propietarios de tierra, y para llegar a serlo, aunque fuera en pequeña cantidad, era menester que pagaran censos a los señores que, por otro lado, gozaban de las llamadas "banalidades", esto es, el derecho exclusivo a poseer molinos, hornos y fragua de pan, así como el privilegio de cobrar un canon para el uso de caminos y puentes de los cuales fuesen dueños. Esos derechos aduanales obstaculizaban seriamente el comercio." (Fúnes, 2011: pág. 33)

"Pedro Molina reconocí que en la revolución francesa, aunque extraordinaria y dirigida por los mejores principios, se cometieron muchos errores, siendo su principal debilidad la falta de un partido nacional. Admitía, sin embargo, que al proclamar la igualdad entre los hombres se inició el fin de los regímenes despóticos .incluido el centroamericano- que se basaban en el temor, la ignorancia, y la sumisión." (Fúnes, 2011: pág. 39)

"Valle consideraba que "la revolución horrible" de Francia le había dado más aprendizaje que la lectura de los filósofos y que era necesario conocer la experiencia de quienes han vivido una revolución. Ésta [...] "es como el fuego que jamás se limita a quemar lo que debe ser purificado o reducido a cenizas. Siempre silata sus llamas más allá de lo que debía ser incendiado". En ese desbordamiento de límites, yendo mucho más allá de lo que la razón aconsejaba, la revolución francesa trajo anarquía, y la anarquía fue el asidero propicio para que se instaurara un poder militar y absoluto." (Fúnes, 2011: pág. 42)

"Valle siempre vio a Fernando VII un personaje hipócrita que juró apoyar los esfuerzos a favor de la prosperidad nacional, pero "al mismo tiempo que se obligaba con palabras y juramento tan solemne, buscaba subterráneamente fuerzas para sofocar la voluntad de la nación, destruir su ley fundamental, y volver los pueblos a la ignorancia y la miseria a que los precipitara el gobierno absoluto de sus predecesores"." (Fúnes, 2011: pág. 48)

"Valle condenaba el absolutismo, pero también la anarquía; no estaba de acuerdo con el regreso al viejo régimen, pero tampoco con marchas precipitadas que pudieran empañar el futuro. En realidad, trataba de mantenerse "a igual distancia de las revoluciones que son el caos de sangre y muertes, y del despotismo que es destructor de todos los derechos"." (Fúnes, 2011: pág. 52)