Siendo parte de la superestructura, era lógico que las leyes coloniales recogieran en su articulado la esencia del sistema del que eran un elemento más, y no precisamente de los de menor importancia. El peso infamante del racismo, la discriminación del indígena y la prioridad de los bienes sobre la vida, se hacían sentir con fuerza en su espíritu, cuyas sombras por cierto, se prolongaron más allá de 1821. (Funes, 2011, pág. 298)

Estas leyes, sostenía, “no han podido hacer rico al país de la riqueza” y durante tres siglos han mantenido una paz y un sosiego que no son de “los pueblos ricos, gozosos y alegres con su existencia, sino la paz de los sepulcros, el silencio de los desiertos, la calma de los cementerios donde no se ven más que cadáveres o indios momios, desnudos y salvajes”. (Funes, 2011, pág. 302)

Centroamérica aceptó la invitación, al igual que México, cuyos representantes llevaron las instrucciones de renovar el pacto de unión, liga y federación; sostener unidos la independencia contra toda potencia extranjera; mantener las formas republicanas; no admitir colonización extranjera en parte alguna de los estados contratantes y fijar los principios del derecho público americano. (Funes, 2011, pág. 320)

“La actividad de los delegados centroamericanos no reflejaba, empero, la desconfianza que primaba en muchos sectores de la sociedad con respecto a la sinceridad de Estados Unidos al tenernos sus manos supuestamente protectores” (Funes, 2011, pág. 333)

Producto orgánico de toda esta historia panamericanista es el Tratado Internacional de Asistencia Recíproca (…) supuestamente para defender militarmente al “hemisferio occidental” de cualquier agresión extracontinental, (…) como haber propiciado la invasión a la República Dominicana en 1965 y haber aislado a Cuba en 1962, sólo porque esta isla decidió transitar un camino autónomo de desarrollo, sin la tradicional injerencia norteamericana. (Funes, 2011, pág. 336)

Valle vivió la época de ascenso de la burguesía a nivel planetario. Los portadores del capital eran, en ese momento, la encarnación de lo nuevo y lo progresista (…) los pensadores que les eran orgánicos divulgaban por doquier las ideas de libertad y tolerancia, aunque fuera dentro de los limitados marcos en que las entienden los capitalistas. (Funes, 2011, pág. 340)

La dominación de unos países sobre otros no sólo se ha mantenido, sino que se ha exacerbado, con la diferencia que hoy los conquistadores no llegan con corazas de acero y montados a caballo, sino con maletines repletos de no muy sanas intenciones para nuestros pueblos y dispuestos a imponer condiciones en verdad humillantes para nuestros pueblos. (Funes, 2011, pág. 344)

Si los problemas que Valle denunció con profundidad (…) siguen insolubles. ¿Por qué negar o poner en duda la vigencia de gran parte de su ideario político? Al contrario, necesitamos de ese ideario, para alimentar nuestra alicaída identidad nacional y terminar con un orden inicuo, actitud que nos estaría elevando a la honrosa categoría de subversivos (Funes, 2008, p.345)

Cualquier golpe a las leyes, por pequeño que fuera resultaba negativo, pues se contribuía con ello a minar las bases del Estado de derecho. La constitución debía merecer el respeto de todos, ya que ella es el andamio fundamental en que descansan los gobiernos. (Funes, 2011, pág. 356)

Tres eran, a juicio del prócer, los pilares fundamentales de una verdadera independencia: la economía, la instrucción pública y la fuerza. La primera sigue siendo débil, pues se apoya en la generación de productos de postre, que no nos garantizan una inserción exitosa en el mercado mundial y la segunda sufre los embates de la privatización y resiente los efectos de la propia incuria estatal; la tercera no ha tenido un marcado sentido de patria y muchas veces se ha enfilado para aplastar los derechos humanos de la población. (Funes, 2011, pág. 355)