–A mí no me da miedo de la montera,
Pepe; ¿y a ti? Decía Blanca,
cogida muy fuerte de mi mano.
Y pusimos en el balcón, entre las cidras,
los zapatos de todos.
Ahora, Platero, vamos a vestirnos Montemayor, tita, María Teresa,
Polilla, Perico, tú y yo, con sábanas
y colchas y sombreros antiguos.
Y a las doce pasaremos ante la ventana
de los niños en cortejo de disfraces
y de luces, tocando almireces,
trompetas y el caracol que está
en el último cuarto.
Tú irás delante conmigo,que seré Gaspar
y llevaré unas barbas blancas de estopa,
y llevarás, como un delantal,
la bandera de Colombia,
que he traído de casa de mi tío, el cónsul...
Los niños, despertados de pronto,
con el sueño colgado aún, en jirones,
de los ojos asombrados,
se asomarán en camisa a los cristales,
temblorosos y maravillados.
Después, seguiremos en su sueño
toda la madrugada,
y mañana, cuando, ya tarde,
los deslumbre el cielo azul por los postigos,
subirán, a medio vestir, al balcón,
y serán dueños de todo el tesoro.
El año pasado nos reímos mucho.
¡Ya verás cómo nos vamos a divertir
esta noche, Platero, camellito mío!